Mi alma anclara en una noche quieta,
donde no se oye ningún reproche,
caminare como hoja de aquella calle
triste.
Me quedare con el viento y mi alma,
yendo por la orilla del verso,
que no se borre el poema del alma
del viejo aquel.
El quieto y triste vagabundo que me oye
con atención,
que duerme en cualquier lugar,
y me acoge en sus brazos.
Y mi alma anclada en mil noches frías,
que no borren el poema de mi alma,
del viejo aquel,
de mi vagabundo pensamiento.
Y mi alma en una noche quieta,
como calle triste
mi alma en una noche quieta,
y el vagabundo que oye
a mi alma, en una noche quieta.
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